Lo habría hecho antes si Cristina me lo hubiera contado, pero siempre se le daba bien guardar secretos. No podía culparla, yo siempre hacía lo mismo, no solo con mi promesa a Claire, sino también con Alex, sobre todo con su relación con Natalie y el DJ de Bushwick. Antes le di a Cristina una impresión muy vaga, que Alex simplemente era violento, evitando la conexión entre todo. Anoche hablé demasiado, pero no lo dije todo.—¿Ya no está tan mal como antes? —pregunté—. Habíamos llegado a un acuerdo. Yo pago todo y tú te concentras en ti misma. Se suponía que dejarías a Cristina en paz y que solo la llamarías para ver cómo estaba. Se suponía que harías lo que suelen hacer las madres. No le echarías tus malditos problemas encima. No es tu terapeuta ni tu doctora. Te lo puse fácil, Claire, ¿y cuál era mi única condición? Que te tomaras tus malditas pastillas.—Fue un error—. Encendió el cigarrillo y le dio una calada rápida; su voz ronca se había deteriorado con los años. Su respuesta indi

Antes no, pero ahora sí. Antes me daba miedo intentarlo, pero un día descubrí que realmente lo disfrutaba. Descubrí otra parte de mí, cariño. —Se encogió de hombros—. No te voy a mentir, las fiestas son una locura, pero esto no es para Gabriel, es para Márquez Leiva, el personaje. Me meto con todo porque quiero, pero Gabriel es más cuidadoso, más astuto con lo que quiere.—Y esa sería yo…—, confirmé, encajándome en la relación más complicada de la que había formado parte.—Bingo —fingió estar inspirada—. Pero él no es sutil, y yo tampoco. Estoy segura de que ha sido claro con sus sentimientos. No se mete en estas tonterías, pero déjame decirte que paga las consecuencias. Fue bueno cuando era joven y soltero, sobre todo porque no tenía nada que perder, pero ahora ya no estoy tan segura. Ya no es Márquez Leiva, ni siquiera es él mismo. Está cambiando, o al menos lo intenta, y todo eso te lo debo a ti, Cristina.—¿A mí?—, respondí con sinceridad, sin saber cómo reaccionar.—Se siente com

—¿Cristina?— Su sonrisa se transformó en una sonrisa abierta, como si no pudiera creer que estuviera frente a él. —Estás aquí...—Verlo fue tan extraño, como si toda la preocupación que tenía, todo el miedo que me supuraba en las entrañas, se disolviera como terrones de azúcar en el té. La culpa me golpeó el corazón mientras una lágrima rodaba por mi mejilla.—Lo siento mucho…— dije, usando tres palabras para describir la emoción que me consumía y que no podía expresar.Lo siento si te lastimé, lo siento si te preocupaste, lo siento por haber estado en silencio por tanto tiempo y especialmente ahora... lo siento por lo que estoy a punto de hacer.—Cristina... no, no lo sientas. No malgastes tus lágrimas... no por mi insensatez. —Se acercó a mí, secándome los ojos antes de atraerme hacia sí, calentándome con el simple roce de su mano en la espalda. Mi vestido parecía demasiado formal comparado con su aspecto acogedor; su suave camisa roja, casi color salmón por años de uso, se envolvía

—¿Hola?— susurré, tratando de ocultar mi entusiasmo.—¡Hola, cariño! —intervino Ivanna al otro lado, casi sorprendida por la rapidez con la que contesté—. Esperaba que saltara el buzón de voz.—Claro que no —dije riendo—. ¿Por qué lo crees?—Porque eso fue lo que pasó con Gabriel hace un momento. Estoy intentando contactarlo. Pensé que ambos rechazarían sus llamadas. Ya sabes, ya que es hora de dormir. Su suposición de que Gabriel y yo estábamos durmiendo juntos me hizo girar la correa de mi bolso.¡Para nada! Estoy... simplemente adaptándome.—¿Seguro? Pareces sin aliento—, me insistió.¿Qué puedo decir? Las vistas de la ciudad me dejan sin aliento.—Claaro ...—¡Estoy diciendo la verdad!——Entonces, ¿dónde está Gabriel?—Piso superior.——¿Arriba? —preguntó con tono molesto—. Lo juro... Me estoy poniendo azul solo de oír esto.—¿Por qué?— Me desvestí, poniendo los ojos en blanco. Saqué una camisola color melocotón del bolso y me la puse por la cabeza y me la puse encima.Es la muestr