ElíasSentí un tirón en el corazón cuando Irene mencionó el nombre de Serena, un dolor agudo que intenté apartar. Su nombre se mencionaba en todo, y eso me frustraba.—¿Todo marcha bien en las fronteras? —pregunté, intentando cambiar de tema.Irene frunció el ceño, claramente desconcertada por mi cambio repentino.—¿Por qué evades mi pregunta? —insistió, la curiosidad era palpable en su voz.Apreté la mandíbula, con la ira hirviendo bajo la superficie.—Eso no es asunto tuyo, no te llamé para que me interrogaras —respondí con brusquedad.Pero Irene no se echó atrás; su sonrisa se ensanchó mientras se acercaba, con la mirada fija en mí.—Esto se pone interesante —comentó, claramente intrigada—. Hay algo raro en ti hoy —observó, recorriéndome de pies a cabeza—. Pareces un desastre, tienes el cabello despeinado, el traje sin planchar y los archivos están desordenados. Y aquí estás, sentado en medio de todo eso.Suspiré, molesto. Tras haber crecido a mi lado, Irene me conocía bien. Además,
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