Cuando el auto de Bruno se acercó a la entrada de la mansión, Asha se reclinó un poco en el asiento, cansada, todavía temblando por todo lo ocurrido en el concurso.Pero al mirar hacia adelante, su cuerpo se tensó de inmediato. Sus ojos se abrieron con sorpresa, y por un instante, pensó que su vista le jugaba una mala pasada.Bruno frenó en seco al ver lo mismo.—¿Qué demonios…?Allí, frente al gran portón de hierro forjado de la mansión, de rodillas sobre el empedrado frío y sucio, estaba Iker Garza.Su cabeza gacha, sus manos unidas como si estuviera rezando, y su cuerpo cubierto de polvo y desesperación, daban la imagen de un hombre roto, derrotado.—¡Infeliz! —masculló Asha entre dientes, con un veneno que le recorrió las venas—. ¿Cómo se atreve?Salió del auto sin pensarlo, con una furia ardiente brotándole por cada poro. Bruno la siguió de inmediato, sin saber si debía calmarla o protegerla.Al escuchar el chirrido del auto y ver que Asha se bajaba, Iker alzó la cabeza con un ref
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