El miedo que sintió Sebastián fue como un cuchillo atravesándole el pecho.Un miedo crudo, primitivo, paralizante.Su corazón latía con fuerza, pero al mismo tiempo sentía que se detenía al ver a Melissa en el suelo, tan frágil, tan herida, tan rota… como si fuera una muñeca de porcelana que alguien había destrozado sin piedad.—¡Melissa! —gritó, corriendo hacia ella con los ojos inundados de lágrimas.Sus rodillas chocaron con el pavimento al caer a su lado. El mundo parecía apagado, como si el aire se hubiera ido. Solo podía ver su rostro pálido, sus labios entreabiertos, el débil hilo de sangre que escapaba de su frente. Estaba tan quieta… demasiado quieta.El terror se apoderó de su cuerpo. Le temblaban las manos mientras la tomaba con sumo cuidado, con un temblor que no podía controlar.—No, no, no, no… mi amor, por favor, mírame, no me hagas esto —murmuraba, su voz quebrada por la angustia—. Melissa, cariño… no me dejes, no me dejes…La abrazó contra su pecho, sintiendo el peso
Ler mais