El grito de Daniel resonó en la sala, cargado de una furia irracional. —¡Esa niña... esa niña no es mi culpa! ¡Ella me engañó!Cynthia lo miró, y aunque las palabras exactas sobre Clara y su condición no fueron pronunciadas, la carga emocional, el desprecio en su voz, la punzada de la vieja y profunda herida, fueron inconfundibles. Cynthia, con un nudo en el estómago, lo entendió. Aquel rechazo implícito hacia su hija menor, la verdadera razón de su abandono, había estallado a la vista de todos.No era solo el dinero, ni la infidelidad. Era Clara. Siempre había sido Clara. El Síndrome de Down de su pequeña, que para Cynthia era una parte integral y hermosa de su hija, había sido para Daniel una excusa, una mancha, una razón para huir y para justificar su crueldad. La verdad, tan dolorosa como siempre sospechó, finalmente se exponía en toda su fealdad.Laura la miró, sus ojos transmitiendo comprensión y rabia contenida. Mathias le apretó la mano, su rostro endurecido por la repulsión.
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