Tres meses. Noventa días de incertidumbre, esperanza y una rutina tejida entre silencios, cuidados y pequeñas victorias.En ese tiempo, Liam había dejado de ser solo un paciente. Se había convertido en un guerrero silencioso. Cada día recuperaba un poco más de movilidad, aunque su cuerpo aún no respondía con la fuerza de antes. Sus pasos no eran completamente suyos, pero su voluntad, sí. Olivia lo veía entrenar con los terapeutas como si estuviera en batalla. Con los dientes apretados, el sudor cayéndole por la frente, las manos aferradas con desesperación al metal frío de las barras paralelas. Y aún así, nunca se quejaba. Nunca decía “no puedo”. Su mirada hablaba por él. Lo haría. Por ella. Por todos los que amaba.Pero l
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