Astrea sentía que la rabia la estaba consumiendo, recuerdos de su tiempo en el instituto llegaron de golpe. La manera en que se burlaban de ella por no tener un lobo, las veces que la llamaron Omega porque asumieron que lo era. Nadie estuvo ahí cuando sintió que su corazón se partía en mil pedazos. «¡Cálmate!», le dijo una voz en su cabeza. «¡¿Apa?!», ella estaba muy emocionada. «Vine a advertirte que esta casa es peligrosa para ti, no confíes en nadie»«¿Quién querría hacerme daño?»«Muchas personas, mi niña. Pero no te preocupes, ya estamos juntas, y tenemos a nuestro compañero, él no permitirá que nadie nos hagan daño».«No lo veo así tan fácil», replicó, al mismo tiempo que caminaba por unos de los pasillos para ir hasta su habitación.De repente, un fuerte olor metálico inundó sus fosas nasales, y a lo lejos un quejido muy débil. Todo aquello se debía a la transformación, puesto que sus sentidos y reflejos eran muy agudos. Se dejó llevar por su instinto, se desvió hasta el seg
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