08:40 hs. - Damián.Negro, el horizonte se alzaba negro. Pero no un negro provocado por la falta de iluminación, no, se trataba de un negro absoluto. La nada misma. Un panorama desolador para cualquier que lo viera. Y la escena no terminaba ahí; sobre un costado, muy cerca de mí, muchos rostros desfilando. La oscuridad era infinita. Aunque, por alguna razón, podía ver con claridad quiénes eran.—¡¿Qué miras, gilipollas?! —me gritaba Alejandra desde muy lejos.—¡Damián! ¡Damián! ¡Aquí estoy, Damián! —saltaba una eufórica Clara desde un poco más cerca.—¡Ponte a trabajar, jodido gandul! —se sumaba Santiago, justo antes de estamparle un beso en los labios a su becaria favorita.Quería contestarles, pero la voz no me salía. Quería salir corriendo y reunirme con ellos, pero mi cuerpo no se movía. Estaba paralizado. Lo único que podía hacer era seguir mirando y escuchando sus gritos, que no se detenían.—¡Damián, amigo mío! ¡Vente para acá, que esto está lleno de chochetes! —exclamaba tambi
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