Punto de vista de EscarlataApenas amanecía cuando Luciano llegó tambaleándose a la puerta principal. Llevaba el cabello despeinado y unas profundas ojeras revelaban que otra noche había pasado sin dormir. Sentí a través de nuestro vínculo espiritual esa mezcla de ansiedad y esperanza cuando abrió el buzón.Y ahí encontró la segunda carta, justo como yo había previsto. Sara había seguido mis instrucciones al pie de la letra.Sus manos temblaban al rasgar el sobre. Me acerqué para contemplar su rostro mientras leía mis palabras.—Mi querido Luciano:—¿Te acuerdas de aquel día de lluvia cuando yo tenía apenas catorce años? Ese día en que me dijeron que mi padre, el Beta Alejandro, había muerto defendiendo a la manada. En ese momento sentí que mi mundo se derrumbaba.—Pero tú estuviste a mi lado. Me abrazaste mientras yo lloraba y me prometiste que me cuidarías como lo habría hecho mi padre. "El Beta Alejandro fue un héroe", me dijiste con voz suave. "Murió protegiendo lo que más quería: a

Punto de vista de EscarlataSeguí a Luciano mientras llevaba a Lilia desangrándose a la sala de emergencias. El Dr. Kane ya estaba allí, y se quedó boquiabierto al verlos.—¿Qué sucedió? —le preguntó, indicando rápidamente a Luciano que colocara a Lilia en una camilla.—Algo anda mal con su embarazo —le respondió Luciano con frialdad—. Encárgate por favor.El Dr. Kane negó con la cabeza mientras examinaba a Lilia.—Qué descuidada, Srta. Lilia. Te dije que no te estresaras durante el embarazo.Luciano levantó la cabeza bruscamente. —¿La conoces?—Claro —le respondió el Dr. Kane con aire distraído mientras trabajaba para detener la hemorragia—. La Luna Escarlata me preguntó sobre su condición durante su última visita.La habitación quedó en completo silencio. A través de nuestro vínculo, percibí cómo Luciano se tensaba cada vez más.—¿Qué dijo exactamente Escarlata? —le preguntó Luciano con voz controlada.El Dr. Kane no apartó la mirada de su trabajo mientras le respondía: —Me preguntó s

Punto de vista de EscarlataEl sol de la mañana apenas asomaba cuando Sara entregó mi tercera carta. Observé a Luciano mientras la tomaba de su buzón con manos temblorosas.Había pasado toda la noche en vela, caminando inquieto por nuestra habitación, atormentándose con recuerdos. Ahora se dejaba caer en la silla de su oficina mientras desdoblaba el papel con cuidado.—Mi querido Luciano:—Mientras escribo, siento que no me queda mucho tiempo. Cada día es precioso ahora, y lo único que quiero es pasar cada momento contigo.—Hoy me contaste sobre el ritual de bendición que estás organizando. Me ilusioné por primera vez en mucho tiempo. Aunque ni ha comenzado, ya me siento mejor solo de saber que te importo lo suficiente como para intentarlo.Sentí a través de nuestro vínculo cómo su respiración se entrecortaba, pues recordaba aquel ritual que había sido interrumpido por el dramático colapso de Lilia.—Quizás la Diosa Luna será amable conmigo. Quizás me regalará un poco más de tiempo cont

Punto de vista de EscarlataObservaba a Luciano sentado en nuestra habitación mientras sostenía mi anillo bajo la luz de la lámpara. La magia del anillo pulsaba débilmente cuando lo tocaba.—Lota —susurró mi apodo—. Recuperé tu anillo. Te lo llevaré, ¿de acuerdo? Solo dime dónde estás.Todavía se negaba a creer que yo había muerto. Cada carta que había escrito para que Sara enviara solo alimentaba más su negación.A través de nuestro vínculo, percibí su anhelo de que yo continuara con vida en algún lugar, de alguna manera.A la mañana siguiente, Luciano anunció una recompensa mundial de mil millones de dólares por cualquier información creíble sobre mi paradero.Tanto humanos como lobos, atraídos por el dinero, comenzaron a inundar su oficina con supuestos avistamientos.—¡La vieron en un café en París!—¡Se está quedando en un templo de Tokio!—¡Juro que la vi en Nueva York ayer!Cada pista lo llevaba a recorrer el mundo entero. Yo lo seguía, atada a él por nuestro vínculo de pareja, m

Punto de vista de EscarlataDespués de que el poder de Alfa de Luciano la estrellara contra la pared por tercera vez, Lilia se desplomó de rodillas mientras se agarraba el pecho con el rostro contraído por el dolor.—Me duele —gimió—. Me duele tanto... el corazón...Luciano la ignoró por completo y recogió con delicadeza el cuerpo maltrecho de Bobby, acunando al perro herido contra su pecho.—Juan —llamó al Beta—. Haz que el Dr. Kane venga ahora mismo. Dile que traiga su mejor equipo médico.Lilia se animó ligeramente al mencionar al doctor.—Sabía que todavía te importaba, Luciano. Incluso después de todo...—Dile que se traiga todo lo que haga falta para atender las heridas graves de mi perro —continuó Luciano con frialdad—. Sobre todo para problemas del corazón.Lilia perdió toda esperanza en su mirada y, tras tambalearse brevemente, se quedó inconsciente sobre el suelo de mármol.Al pasar junto a su cuerpo inmóvil, Luciano se detuvo y mostró un gesto de disgusto evidente.—Saca esta