La mañana siguiente en Los Laureles amaneció con una tensión que no pudo ser disimulada. El aire parecía más pesado, cargado de un silencio incómodo y de miradas que evitaban cruzarse de manera natural. Laura, aún con la sensación de calma que le dejó la conversación con Alex la tarde anterior, entró en la oficina con una sonrisa tímida, intentando mantener la compostura. Sin embargo, algo en el ambiente le advirtió que no todo sería tan tranquilo.Desde que llegó, una sombra parecía seguirla, y esa sombra tenía nombre y rostro: Clara, una empleada con más experiencia y antigüedad en la empresa, conocida por su carácter fuerte y, en ocasiones, por su actitud competitiva.Clara no era precisamente una amiga cercana, y su manera de actuar siempre había estado marcada por una especie de rivalidad velada, alimentada por celos y por un afán de destacar a toda costa.Mientras Laura se dirigía a su escritorio, Clara la observaba desde la esquina, con una expresión que mezclaba una sonrisa f
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