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Todos los capítulos de UN HEREDERO PARA EL ALFA: Capítulo 41 - Capítulo 50
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41. A menos que quieras quemarte…
Octavio sale al patio encendiendo un tabaco con manos temblorosas. El clic del encendedor rompe el silencio denso del lugar. Traga una bocanada de humo que arde en su garganta, tratando de sofocar el enojo que le quema la sangre como fuego líquido. Pero no lo logra. No cuando, desde la cocina, se cuela el sonido áspero de un gruñido que le eriza hasta la nuca. Su mandíbula se tensa hasta doler, los músculos crispados y la piel electrificada por una furia que apenas contiene. Una corriente de rabia le sube por la columna, y sin pensarlo, arranca el tabaco de sus labios y lo aplasta con violencia contra la tierra húmeda de una maceta cercana, extinguiendo su llama como si fuera el cuello de quien lo irrita. Gira sobre sus talones con un movimiento felino, los ojos encendidos, la respiración agitada. Entra a la casa como un vendaval, el eco de sus pisadas golpeando con dureza el reluciente mármol bajo sus pies, como un anuncio de tormenta inminente. Al llegar a la cocina, su mirada
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42. ¿Dónde quedó su justicia?
—¡Esa mujer… te está engañando! ¡No puede ser tu Luna, Arón! ¡Tú aceptaste unirte a Vanessa! —gruñe, fuera de sí, señalando a Annie con el dedo como si fuera una traidora, con los ojos destilando fuego y el cuerpo entero temblando de indignación.Arón examina a su madre… y no la reconoce. Esa no es la mujer que siempre lo enorgullecía. Su mandíbula está apretada con tanta fuerza que parece a punto de quebrarse, las venas del cuello laten con violencia, y sus ojos, encendidos de ira, no se apartan de ella.No puede reconocerla. Desde que tiene memoria, su madre ha sido fuerte, dominante, incluso intimidante, pero jamás había cruzado una línea tan sagrada. Ahora está dispuesta a destruir lo que para todo lobo es inviolable.Primero fue el embarazo de una Loba sin su autorización: una puñalada directa a su orgullo y a su autoridad como Alfa.Luego, la insistencia por obligarlo a unirse con una mujer que no conoce, que no desea a su lado. Pero esto… esto es lo peor: pretender que rompa el
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43. Romeo, por favor, ya deja a Julieta
—¡Ustedes han enloquecido! —Salvador se levanta de un salto, como si un resorte lo hubiera disparado. El rostro se le enciende de indignación, los ojos desorbitados—. ¡No voy a hacer eso! —da un paso al frente, luego se desplaza de un lado a otro por la habitación, agitado, con las manos temblorosas y los labios apretados, mientras lanza miradas a todos, buscando una explicación lógica, una rendija de cordura en medio de ese delirio colectivo.Su expresión lo dice todo: está confundido, asustado, preocupado. Se ve al borde del colapso ante la idea de fallar.—¿Por qué yo?—¿De verdad quieres que te lo digamos? —salta Júpiter con tono desafiante, levantándose del sillón como un felino a punto de lanzarse, cruzando los brazos con firmeza sobre la cintura.Annie le lanza una mirada rápida, filosa, como una orden silenciosa para que se detenga. Ella se adelanta, toma el control con esa calma suya que puede ser más efectiva que un grito.—Tíito —dice Annie, con voz suave, casi melosa, pero
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44. Si te dicen “salta”, saltas…
Mientras en otro lugar.—No has aprendido nada, estúpida. Aquí no están en juego pelar unas putas cebollas.La chica se estremece; sin darse cuenta, su cuerpo tiembla y suda ante el temor. Ese hombre que tiene frente a ella es uno de aquellos que la atormentan en sus sueños.Sus ojos rojos como los de una serpiente venenosa, su aura aterradora.Odia a su padre. ¿Por qué tenía que firmar un pacto de sangre? ¿Por qué ella tiene que hacer parte de ello?—Si te dicen “salta”, saltas… No agotes mi paciencia, no te comportes de manera tan impertinente con Virginia. Ella es importante para Arón, y así como te permitió ostentar el título de “futura Luna” —hace comillas con sus manos mientras le da una sonrisa burlona—, también puede hacer que lo pierdas —advierte Octavio con la voz cargada de reproche.Debe obtener el valor para hablar… no puede dejar sus planes al descubierto… Es mejor recibir una bofetada… unos cuantos azotes que continuar en lo mismo.—Yo tan solo estaba interpretando el p
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45. Salvar nuestras almas.
Annie y Salvador inician la primera fase de su plan. Se adelantan para interceptar a Vanessa antes de que regrese a la cocina, donde fingirá ser una loba obediente, digna de ser la futura Luna de Lunas.Annie, utilizando su poder mental, se adentra en la mente de Vanessa y le susurra con suavidad, pidiéndole que cierre los ojos y se duerma profundamente. Al instante, la mujer cae rendida en un sueño profundo.Salvador, con rapidez pero también con una extraña ternura, la toma en brazos.La cercanía de su cuerpo provoca una sensación eléctrica que recorre su ser, haciendo que su corazón se acelere, incapaz de evitar sentir una necesidad primitiva de deseo en su interior.Sin perder tiempo, Annie abre un portal, llevando a Salvador y a Vanessa hacia la cabaña preparada especialmente para su estadía.El ángel, con cuidado, la acuna en sus brazos como si cargara el tesoro más delicado del mundo. La lleva hasta la recámara de la cabaña y la acomoda suavemente sobre la cama, sin poder apart
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46. Deben alejarlas de aquí.
El Alfa, el Beta y Júpiter llegan a los establos donde los caballos ya están ensillados. Los tres montan con la gracia, la postura recta y la confianza que parecen irradiar sin esfuerzo.Lennon cabalga al lado de Júpiter, quien se acomoda con elegancia como una diosa amazona, mientras Arón, con la apariencia de Salvador, los sigue de cerca.—¿No creen que perdemos tiempo valioso desplazándonos así? —protesta Júpiter con fastidio, sus ojos recorriendo el paisaje con desinterés—. ¿Por qué no abrir un portal o movernos a hipervelocidad? Esto es lento y aburrido.Lennon, curioso por la respuesta del Alfa, levanta una ceja, atento.Arón lanza una mirada seria hacia Júpiter. Su voz, segura y calma, resuena en el aire.—Júpiter, no podemos generar más eventos. Mi Potra ya creó un portal para llevar a Salvador y Vanessa. Si abrimos otro tan cerca, atraeremos la atención de los dioses. Y aún no sabemos quiénes son aliados y quiénes enemigos, así que lo mejor es no provocarlos.Júpiter sonríe c
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47. Mañana haré que termine tu reinado.
En el castillo, Annie toma el lugar de Vanessa con facilidad. Alcanza a leer en su mente: una niña consentida, malcriada por papi y con un ego suficientemente grande para creer que el mundo entero gira a su alrededor. Entonces, le será muy fácil llevar a cabo sus planes.Se dirige a la cocina y se ofrece a ayudar. La nueva actitud que muestra la futura Luna desconcierta a la servidumbre, pero les agrada.Las mujeres, ocupadas con los preparativos, agradecen un par de manos extras. Con movimientos rápidos y precisos, Annie prepara una deliciosa salsa que cubre el lomo. Le ha agregado un ingrediente secreto. Sonríe ante su ingenio.—Voy a alistar la mesa —dice con una sonrisa pícara.—Luna, no sé qué mantel usar. A la madre Luna no le gustó la decoración de la señorita Annie y se deshizo de los anteriores —expresa con temor una de las empleadas mientras mueve con nerviosismo las manos.—No te preocupes. A mí me gustó. Me parece que esa señorita, que no he tenido el gusto de conocer, tie
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48. Que le arrojen un pedazo de pan.
Narrador omnipresente—¡Deténganse! Parecen animales salvajes, sin educación —gruñe Virginia, levantando la voz con fuerza, tratando de imponer orden mientras observa cómo esos viejos estúpidos destrozan sus muebles, sumidos en el caos.—¿Animales salvajes? ¡Lo dice la hiena que humilla a su propio hijo con tal de seguir aferrada al poder! —responde Octavio, avanzando hasta quedar frente a Virginia. No puede contener su lengua, que parece tener vida propia y transmitir lo que su mente piensa.—¡Ja, ja, ja! Habla el lacayo que se ha pasado toda su vida arrastrándose a sus pies como un perro hambriento esperando que le arrojen un pedazo de pan —se burla Clemente, el ex Alfa del Sur.Los comentarios desproporcionados encienden aún más la tensión en el ambiente.Clemente le lanza un puñetazo directo al rostro de Octavio. Su ataque está cargado de furia y celos, un impulso que no puede contener.—¡Malditø traidor! —ruge Octavio, devolviéndole el golpe. Su puño conecta con la mandíbula del
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49. Sus rugidos Salvajes.
—¡Ay! —exclama Annie, llevando una mano a su vientre. Es la primera vez que siente una patadita de la bebé, pero el gesto de ternura no aleja la angustia que crece en su pecho a cada segundo.Sin dudarlo, cierra los ojos y concentra su mente en ubicar al perro, transformándolo rápidamente en la figura poderosa e imponente del Alfa.Espera que Salvador esté lejos de Vanessa; si no, su verdadera identidad quedará al descubierto, igual que la de Arón. Un efecto dominó que podría acabar en desastre.—¡Ay! —grita de nuevo, más fuerte. Los pasos de su fiel amigo resuenan en la figura del Alfa, aproximándose a toda velocidad.Él no pronuncia ni una sola palabra. La carga con cuidado y atraviesa el lugar, lanzando un vistazo severo a los rostros de los ancianos, quienes permanecen desconcertados.Ninguno se atreve a intervenir, prefiriendo regresar al comedor para limpiar el desastre.Al llegar a la habitación del Alfa, Annie le indica con un leve movimiento que la baje. En cuanto siente el s
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50. Su propia vanidad lo ciega.
—¿Dónde demonios estás? —La voz de Hades retumba en la mente de Mara como un rugido infernal, cargado de irritación, como si quisiera partirle el cráneo en mil pedazos. Mara se detiene en seco. Sus sentidos se colocan en alerta. «¿Me descubrió?», se pregunta. Pero no, eso es imposible. «He sido demasiado cuidadosa», concluye. Su proyección en el inframundo, utilizando el alma de una huésped, es magistral. Burlar al dios del engaño durante tantos años es una hazaña única. En la superficie utiliza cuerpos ajenos. Nadie podría sospechar. «Algo más está sucediendo», analiza, mientras su mente trabaja a toda velocidad. De mala gana, debe abandonar a su yerno. Quería examinar la mordida, asegurarse de que no estuviera contaminada, pero no puede darse el lujo de dejar sola el alma que la reemplaza. Antes de partir, se asegura de que el Alfa, Júpiter y el cuñado estén a salvo. Con solo tronar los dedos, los teletransporta al castillo. No hay tiempo que perder; debe responder al llamado
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