ZaneLa noche anterior a la batalla, Zane permaneció de pie en el balcón de su habitación, contemplando los territorios que había jurado proteger. La luna, casi llena, bañaba el paisaje con su luz plateada, revelando las siluetas de los árboles y las montañas que definían las fronteras de su manada. El aire frío de la madrugada le acariciaba el rostro, pero él apenas lo notaba. Su mente estaba ocupada con estrategias, planes y, sobre todo, con Luna.Había ordenado a todos sus guerreros descansar. Necesitarían cada gramo de energía para el enfrentamiento que se avecinaba. Sin embargo, el sueño era un lujo que él no podía permitirse. No esta noche.—¿Tampoco puedes dormir? —La voz de Luna lo sorprendió, aunque su lobo ya había percibido su presencia mucho antes de que hablara.Zane se giró para mirarla. Llevaba una de sus camisetas, que le quedaba grande y le cubría hasta medio muslo. Su cabello oscuro caía en ondas sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una mezcla de preocupación
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