Anahí bebió de su copa, sin sospechar el más mínimo peligro. El vino resbaló dulce por su garganta, pero su mente estaba en otro sitio. Miró discretamente su reloj de pulsera, sintiendo una ansiedad creciente. Freddy debía estar durmiendo ya, y ella odiaba no estar junto a él.—Es tarde, debo irme —dijo, dejando la copa sobre la mesa con suavidad.Antes de que pudiera retirarse, Bruno tomó su mano entre las suyas. Sus dedos firmes y decididos envolvieron los suyos, impidiéndole moverse.—Anahí —susurró, con una sonrisa persuasiva—, no te vayas aún. Aprovechemos este momento... mereces un respiro, un poco de calma después de tanto estrés.Anahí forzó una sonrisa, esa que reservaba para situaciones incómodas. Sin embargo, su mente seguía atada a Freddy, latiendo con prisa. Quería volver a casa, abrazar a su hijo, sentir su tibieza cerca de su corazón. Además, aunque pudiera fingir indiferencia ante los demás, no podía engañarse a sí misma: el ambiente con Bruno era incómodo. Su mirada,
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