—¡No, no, no! —El grito desgarrador se ahogó en su garganta mientras su pecho se comprimía en un dolor insoportable.Negó con la cabeza, una y otra vez, como si así pudiera deshacer la realidad.Entonces, un sonido gutural, casi inhumano, emergió de su interior, un quejido bestial de furia y desesperación.—¡Señor! ¿Está bien? —preguntó uno de los guardias, alarmado.—¡Lárgate! —rugió, con la voz áspera y temblorosa.Con pasos torpes, Sergio subió las escaleras a toda prisa.Su respiración era errática, su corazón golpeaba contra su pecho con brutalidad.Al abrir el clóset, un puñal invisible se clavó en su estómago.Ahí estaba la ropa de Ariana, cada prenda intacta, acomodada como siempre… pero ella no estaba.Todo estaba ahí. Todo. Menos ella.Retrocedió un paso, su mente se negaba a procesarlo.Buscó con desesperación alguna señal, algo que le indicara que esto no era real, que ella no se había ido.Bajó nuevamente las escaleras con una expresión desencajada, parecía al borde de la
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