Guillermo comenzaba a excitarse cada vez más, apretándola contra su cuerpo, sintiendo su aroma y la suavidad de su piel. La deseaba con locura, estaba a punto de despojarla del camisón cuando, de repente, Grecia retiró su mano de forma violenta y se volteó, diciéndole:—No, Guillermo, hoy no quiero.La reacción de Guillermo fue como si un balde de agua fría cayera sobre él. Se quedó paralizado, frustrado y abrumado por la confusión. Sentía un nudo en el pecho, mientras su corazón latía con fuerza, pero no por deseo, sino por desprecio. La decepción lo envolvió, y una mezcla de impotencia y tristeza lo invadió.—¿Pero qué pasa, Grecia? Creí que después de fijar la fecha de nuestra boda, querrías estar conmigo para celebrar—le dijo, sorprendido y con la voz entrecortada.Grecia permanecía en silencio, buscando las palabras adecuadas para justificar su apatía. En el fondo, se sentía afectada por la inminente boda de Luis Fernando. A pesar de la atracción que sentía por Guillermo, no podí
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