C131- BAJO MI RADAR.Lucy no se movía.El frío de Chicago le helaba los brazos descubiertos, pero ni siquiera lo sentía. Ahí, parado frente a su puerta, estaba el hombre que había jurado no volver a ver jamás. El mismo que le rompió el alma con palabras tan filosas que aún le dolían. Y, sin embargo, su corazón palpitaba como si hubiera olvidado todo eso.Eros dio un paso hacia ella y su sola presencia agudizó el aire entre ellos.—Tenemos que hablar.Lucy alzó una ceja, entre sorprendida y molesta. Se cruzó de brazos como si así pudiera contener todo lo que sentía, lo que él le hacía sentir.—¿Hablar? Hasta donde recuerdo, hablamos suficiente la última vez. Muy claro, de hecho.Eros apretó los dientes, pero no bajó la mirada. Sus ojos estaban clavados en ella como si no existiera otra cosa en el mundo y mientras la miraba, trataba de controlarse para no tocarla, pero su cuerpo suplicaba por hacerlo.—Conejita...—¡No! —lo cortó Lucy, ya con los ojos húmedos. No quería llorar, pero ver

C133- ¿QUIÉN ES?La ducha caliente no logró borrar la sensación de su piel. Aun con el cabello húmedo y el cuerpo cubierto por una bata de algodón, seguía temblando. Se acostó sobre la cama sin prender la luz, dejando que solo la tenue claridad de la calle iluminara el cuarto.Eros había estado ahí.Después de tantos meses. Después de tantas lágrimas tragadas a solas, de noches en las que había jurado no volver a pronunciar su nombre.Él estuvo ahí. En su puerta. En su sala. Besándola como si nada hubiera pasado… como si no la hubiera destrozado.Y, aun así, su corazón latía como loco.Pero llorar ya no tenía sentido.Lo había hecho en silencio cada vez que se duchaba, que veía algo que le recordaba a él, que sentía ese hueco inexplicable en el pecho.Parte de ella —la más herida— habría querido que jamás regresara. Pero otra, más silenciosa y profunda, se había sentido… feliz de verlo. De saber que estaba bien.Y ahí estaba el problema.Ella lo seguía amando.Pero no podía permitirse

C135 - SOY EL NUEVO DUEÑO.Lucy condujo en silencio. El tráfico nocturno de Chicago era lento, pero ni siquiera lo notaba. Tenía las manos en el volante y la vista al frente, aunque su mente iba por otro camino: uno lleno de rosas negras y ojos grises que la perseguían incluso con los párpados cerrados.—No lo necesito —se repitió, como si así pudiera convencerse—. No lo necesito… aunque lo ame.Porque sí, lo amaba. Por más que le doliera aceptarlo, por más que su dignidad le gritara que no, su corazón no había aprendido a olvidarlo.Cuando estacionó frente a su edificio y subió, el cansancio del día comenzaba a pesarle en los hombros. Sin embargo, al abrir la puerta de su departamento, se quedó inmóvil.Toda la sala estaba repleta de rosas negras. Sobre el sofá, en la mesa, en el suelo, en floreros de cristal, en jarrones altos. El aire estaba impregnado con ese aroma denso, dulce y oscuro que solo esas flores tenían.Dio un paso adentro y el estómago se le encogió de emoción y sorpr

C137- JOVEN PARA MORIR.La entrevista comenzó y transcurrió entre risas, preguntas, y tomas. El chico era encantador, incluso la hizo reír con un comentario sobre lo torpe que era bailando. Lucy, por un instante, se sintió cómoda. Como si por fin podía respirar sin que alguien intentara controlarla.Pero entonces, lo sintió.Su presencia.Eros entró, sin avisar, sin pedir permiso y los ojos entornados, la mandíbula apretada y los brazos tensos a los costados.—¿Este es el tipo que va a escribir sobre ti? —preguntó con voz clara, directamente al centro de la escena.El periodista se congeló, confundido. Lucy también y luego, la frustración estalló.—¡Perdón! —le dijo al chico, dejando el micrófono—. Disculpa un momento.Se giró, tomó a Eros del brazo y lo arrastró fuera del plano.—¿Qué demonios haces? —le espetó en voz baja —. ¡Estás arruinando todo!Eros dio un paso hacia ella y siseó con un claro tono de celos.—No. ¿Tú que crees que estás haciendo? ¿Ligarte a ese idiota?―¿Quee? Es

C139- TE ODIO.Lucy detuvo el auto frente al hotel The Langham, con el corazón desbocado y las manos sudadas sobre el volante. Desde allí, vio perfectamente cómo Eros se bajaba de su auto, le lanzaba con desgano la llave al valet y caminaba hacia la entrada como si no llevara el alma de ella pisoteada bajo sus botas.Esperó unos minutos, luego bajó y lo siguió.La recepción estaba impecable. Mármol claro, luz cálida, música suave, un contraste cruel con el torbellino que llevaba en el pecho.Se acercó al mostrador y una recepcionista joven la miró con educación y desconfianza.—Hola ¿Podrías decirme el número de habitación de Eros Dervishi?La chica frunció ligeramente el ceño, sin responder.—Soy su hermana —añadió Lucy con una sonrisa forzada—. Lo siento… es una sorpresa. Viajé desde muy lejos.La recepcionista dudó. Por un momento pareció que se negaría, pero finalmente tecleó algo y respondió con un número en voz baja.Lucy asintió, dio las gracias y caminó hacia el ascensor.En c