C120-RESPUESTAS. El estruendo del disparo llenó el túnel como un rugido final. Pero no fue Eros quien cayó. Donatello se llevó la mano al pecho. Tambaleándose hacia atrás y cayó al suelo sin emitir un sonido. Y antes de que pudiera reaccionar, se escucharon dos disparos más. Los dos hombres que lo sujetaban cayeron al instante. Se giró con agilidad, agarró su arma del suelo y se puso en pie en un solo movimiento. Apuntó, con la mirada fría, el cuerpo tenso y alerta. Un hombre caminó al frente. La luz de un fluorescente parpadeante iluminó su rostro. Y Eros sintió cómo el mundo se congelaba por segunda vez. —No puede ser… Era Donatello. El mismo rostro. Mismo cabello, mismos gestos. Pero no podía ser. Lo había visto morir. Estaba ahí, tirado en el suelo. —Yo soy el verdadero —dijo el hombre, con una sonrisa serena, casi divertida. Eros bajó el arma unos centímetros, desconcertado. Miró el cadáver en el suelo, luego al hombre delante de él. Eran idénticos. Dos gotas de agua. —

C122-QUIERO QUE VENGAS CONMIGO.Pasaron días que parecieron siglos.Y ese dia, Camille estaba rígida, con las manos cruzadas sobre las piernas y Stefan la acompañaba en silencio. A su lado, Klaus abrió el sobre despacio y leyó.Su mandíbula se aflojó apenas, y una línea de satisfacción se marcó en su rostro.Asintió, muy leve.—Eres mi hija —dijo —. Mi sangre.Camille lo miró, congelada, no sabía si hablar, si respirar.Klaus se puso de pie y caminó hacia ella y la rodeó con los brazos, sin avisar. Camille se quedó quieta un segundo… y luego lo abrazó, cerrando los ojos. Sintiendo ese pecho fuerte y seco que, por alguna razón, la hizo sentirse segura.―Eres una von Hesse ―musitó Klaus orgulloso.Stefan sonrió al verlos, estaba feliz por ella. Por que sabia el vacío que habia cargado Camille todos esos años.Klaus se separó un poco y le acarició la mejilla.—Tenemos tanto de qué hablar… tanto que conocernos…Camille asintió, con la emoción atascada en la garganta.—Sí…Klaus volvió a a

C124- NO ES DIGNO DE TI. En el aeropuerto privado, Camille estaba de pie frente a las escaleras del jet, con una mano sobre su maleta y la otra descansando sobre su vientre. Su abrigo beige la envolvía, aunque no lograba calmar el frío interno que sentía. Permanecía inmóvil, como si estuviera anclada al suelo por algo más que la duda. —¿Tú tampoco quieres ir, verdad? —susurró, acariciando su estómago. Klaus ya la esperaba en la base de la escalinata. De pie, elegante, serio e impaciente. No decía nada, pero su sola presencia ejercía una presión invisible, como una pared que se cerraba lentamente sobre ella. Camille dio un paso atrás, luego otro hacia adelante. Estaba dudando. Podría dar media vuelta. Podría correr hacia Stefan. Podría... Pero no lo hizo. Subió las escaleras una a una, sintiendo que dejaba algo atrás con cada paso y así dejo Paris. El vuelo fue tranquilo, demasiado tranquilo, incluso. Klaus no hablaba a menos que fuera necesario. Le ofrecieron comida, bebidas,

C126- VENGO POR ELLA.Camille tenía la vista perdida en la ventana. No había dormido desde que llegó. La habitación era amplia, cálida, elegante… pero no era su hogar. Y no estaba él.Pensaba en Stefan. En sus ojos cuando la dejó ir. En sus manos aferradas a las suyas, como si ya supiera que no la vería por un tiempo, y se odiaba por no haber seguido su instinto.La puerta se abrió sin previo aviso y Klaus entró, serio.—¿Podemos hablar?Camille soltó una risa seca sin mirarlo.—¿Para qué preguntas? Aquí se hace tu voluntad.Klaus cerró la puerta despacio, sin responder, y caminó hacia el sillón junto al ventanal.—No te traje aquí para encerrarte. Solo quería protegerte.Ella desvió la mirada.—Me estás haciendo daño, por si no lo sabes.—Lo sé. —Klaus bajó la cabeza, con los dedos entrelazados—. Es solo que… toda mi vida quise tener un hijo y mi esposa también. Pero… no pudimos, ella era estéril. Lo intentamos durante años, pero nada funcionó. Y nunca quisimos adoptar. Pensábamos qu

C128- TIENE MI BENDICIÓN.Apenas Stefan cruzó la puerta, su mirada fría se encontró con el temblor contenido en los ojos de Camille.Ella no lo pensó.Se soltó de los brazos de Evana y corrió hacia él con tanta fuerza que el impacto del abrazo lo hizo dar un paso atrás. El aire se escapó de su pecho, pero no le importó; todo su mundo estaba ahí.En sus brazos.—Pensé que no volvería a verte —susurró ella, con la voz entrecortada—. Pensé que… que no saldría de este lugar… que nos habían separado para siempre...Stefan la rodeó con ambos brazos y cerró los ojos, apoyando la frente en su cabello.—Estoy aquí, kuokla. Ya estoy aquí, mi amor. Te prometí que nadie nos alejaría otra vez y cumplí.Ella escondió el rostro en su pecho, aspirando el aroma que tanto había extrañado. Su corazón latía desesperado de la emoción y se obligó a no llorar.Desde un costado, Evana los observaba con una sonrisa suave en los labios. Había luchado con su hermano para hacerle entrar en razón y ahora, viendo