El trayecto de vuelta al hotel es silencioso, pero no incómodo. La ciudad sigue su curso, las luces de los edificios parpadean a lo lejos y el ambiente sigue cargado de esa energía cálida de la noche, pero a medida que nos acercamos al hotel, algo en mí comienza a cambiar.Lo que comenzó como una noche llena de risas y momentos inusuales, empieza a tener un sabor agridulce. La idea de que todo esto es solo un fugaz sueño, una ilusión pasajera, me golpea con fuerza. Mi mente, a veces más sabia de lo que quisiera, me recuerda que la promesa que Alejandro me hizo no es real. Esta "relación" no es más que eso: un contrato, una actuación, algo que, en el fondo, ambos sabemos que no tiene futuro.Nos detenemos frente al hotel y, por un instante, no sé qué hacer.—Gracias por todo hoy —le digo.Él me sonríe, pero algo en su mirada me hace sentir que sabe lo que pasa por mi cabeza.—Ha sido un buen día —responde, aunque su tono se percibe ligeramente más serio, como si él también notara que a
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