Lo miro como si me estuviera hablando en otro idioma.—¿Y ellos saben que es tu ex? ¡Me dijiste que nunca habías presentado a nadie! —exclamo con tono sorprendido.—Es cierto, no presenté a nadie… formalmente —expresa, encogiéndose de hombros como si estuviera diciendo algo obvio.—¿Entonces saben que salía contigo? —vuelvo a preguntar.Mi cabeza da vueltas. ¿Cómo puede ser que su familia la haya invitado sin saber todo? ¿Cómo Martín tiene la desvergüenza de aparecer aquí tan campante, como si nada hubiera pasado?Parpadeo varias veces, como si así pudiera acomodar las piezas de ese rompecabezas absurdo.Alejandro se lleva una mano a la nuca, frotándose con fuerza, visiblemente incómodo. Sé que odia este tipo de conversaciones profundas; normalmente esquiva todo con una broma o una sonrisa ladeada, pero esta vez no.Esta vez suelta un suspiro largo, cansado, y gira para mirarme de frente. Su expresión seria me alerta. No es la típica fachada de "todo está bien". No, ahora es diferente
Cruzamos el jardín con paso seguro. Alejandro mantiene su brazo firmemente rodeando mi cintura. En cada paso, siento el calor de su mano en la curva de mi espalda, el roce sutil de sus dedos contra mi vestido y esa tensión casi eléctrica que vibra en el aire. Fingimos. Claro que sí, pero hay algo en su agarre, en la manera en que nuestros cuerpos se adaptan sin esfuerzo, que me hace preguntarme si seguimos actuando... o si ya no podemos dejar de tocarnos.La galería cubierta está llena de mesas altas con bocadillos elegantes, copas de cristal y gente riendo con moderación. Es el tipo de reunión donde todo parece perfecto, pero sabes que hay cuchillos invisibles detrás de cada sonrisa.—¿Lista para dar el mejor show de tu vida? —murmura él, con la boca cerca de mi oído. Su voz es baja, íntima, peligrosamente real.—Estoy empezando a pensar que ya no estamos fingiendo tanto como creemos —le respondo sin mirarlo, sintiendo el calor de su mano en mi piel, su pulgar dibujando un semicírcul
«Necesito vacaciones con suma urgencia», pienso mientras realizo mi rutina matutina: ir al baño, cepillarme los dientes, darme una ducha mientras sufro porque la calefacción no funciona, tomar un té de manzanilla con pan y salir corriendo para no llegar tarde al trabajo.Después de dos autobuses y un taxi, siento que mi estrés está por alcanzar su límite. No puedo creer que llevo tres años trabajando en una agencia de viajes y aún no he tenido vacaciones.La rutina en la agencia es agotadora: atender a clientes que buscan organizar sus vacaciones soñadas, resolver problemas de reservas, lidiar con cambios de itinerarios. Todo se ha convertido en una especie de tormento diario. Además, las interminables reuniones y las exigencias de mi jefe, Alejandro, quien siempre parece estar un paso por delante y espera que todos sigamos su ritmo, no ayudan.Finalmente llego a la oficina, justo a tiempo para evitar una reprimenda.—Buenos días —saludo con una sonrisa forzada, ocultando mi falta de
Por la noche hago una videollamada con Claudia, mi mejor amiga, mientras cocino algo de arroz para cenar.—¿¡Cómo que vas a ser la esposa de tu jefe!? —repite Claudia, sus ojos abiertos llenan la pantalla de mi teléfono.—¡Su falsa esposa! —aclaro rápidamente, agitando la cuchara de madera como si pudiera dispersar la sorpresa—. Mira, lo que menos me importa es eso, yo solo quiero vacaciones… Estoy cansada del trabajo y de lo monótona que es mi vida. Además, tampoco va a ser tan difícil, ni siquiera tengo que darle besos ni dormir con él.Claudia ladea la cabeza, con expresión incrédula.—Pero ¿no te parece raro que te haya elegido a ti?—No, me dijo que es porque soy la única soltera y sin hijos de la empresa, y es cierto. También está Elena, la otra soltera, pero ya tiene sesenta años y dudo que quiera presentarle a alguien mayor a sus padres… —replico, revolviendo la comida con la cuchara de madera. Chasqueo la lengua al notar el arroz pegándose al fondo de la olla. El olor a quema
Llego a casa después del día agotador y me dejo caer en el sofá con una taza de té caliente en las manos. Mientras soplo la superficie del líquido para enfriarlo un poco, enciendo la computadora y abro mi cuenta bancaria para verificar el saldo antes de planear las compras que Alejandro sugirió.Cuando veo la cifra en pantalla, casi se me sale el corazón por la boca. Parpadeo, me froto los ojos y miro de nuevo, pero los números siguen ahí. En un acto reflejo, doy un sorbo al té y termino atragantándome. Comienzo a toser mientras intento procesar lo que estoy viendo.—¡¿Qué demonios?! —exclamo, dejando la taza a un lado mientras me llevo una mano al pecho.La transferencia reciente, con el concepto "Fondo para el viaje", ha añadido una suma tan ridícula a mi cuenta que parece irreal. Marco el número de Claudia casi sin pensarlo.—¿Qué pasa ahora, futura esposa de mentira? —me saluda con tono burlón.—¡Clau, me transfirió una fortuna! —le digo, caminando de un lado a otro como si el mov
No pude pegar un ojo en toda la noche, así que, cuando suena el despertador, simplemente lo apago y salto de la cama como si tuviera un resorte en el trasero. Hoy es el gran día, aunque todavía no entiendo cómo es que llegué a esta situación. ¿Realmente está pasando o solo es un sueño? Todo se siente extraño e irreal, como si estuviera flotando en una nebulosa. Viaje de ensueño gratis, vacaciones en una isla paradisíaca, todo a cambio de fingir ser la mujer de mi jefe. No, debo estar alucinando. Pero después de tomar una taza cargada de café, darme una ducha y pellizcarme un poco, me doy cuenta de que está sucediendo. De verdad acepté este trato. ¡Estoy loca!La idea de llamar a Alejandro y echarme atrás aparece en mi mente de una manera tentadora, pero no puedo. Necesito este viaje, el dinero y, para ser sincera, tampoco quiero enfrentar el horror de devolver todo lo que compré ayer. Así que, resignada, pido un taxi y dejo que el destino haga el resto. El conductor me ayuda a guardar
—Llegamos —dice una voz muy cerca de mi oído.En cuanto abro los ojos, me encuentro con el rostro de Alejandro a centímetros del mío, lo cual me hace sobresaltar. Él se da cuenta de nuestra cercanía y se aleja con rapidez y de manera un poco torpe.La madrugada nos recibe con una leve frescura cuando finalmente aterrizamos en Isla Nube. Me ayuda a bajar los últimos escalones del avión privado y una brisa suave acaricia mi rostro, trayendo consigo un aroma salino que me hace anticipar la cercanía del mar. La emoción y el cansancio se mezclan en mis sentimientos mientras nos adentramos en esta tierra desconocida.Alejandro me guía a través del pequeño aeropuerto de la isla, donde somos recibidos por un personal amable que nos ofrece bebidas refrescantes y toallas húmedas que acepto sin dudas.La atmósfera es tranquila y relajada, y siento cómo la tensión se disipa gradualmente de mis hombros con el primer trago a la bebida, la cual distingo que tiene ron y toques frutales. El personal n
Me siento en la cama con las piernas cruzadas y el guion de Alejandro extendido frente a mí. Las hojas están llenas de detalles meticulosamente organizados: nombres, fechas y anécdotas falsas sobre nuestra supuesta relación.Repaso con atención cada punto. Nos conocimos en un café donde, torpemente, le derramé café en la camisa. Frunzo el ceño. «¿No pudo inventar algo más original?» Paso la página. Nuestra primera cita fue en un restaurante de comida italiana, donde descubrimos que ambos odiamos las aceitunas. Al menos ese detalle es cierto, porque yo las detesto con todo mi ser.Sigo leyendo. Me propuso matrimonio en la terraza de su departamento, con velas y una vista espectacular de la ciudad.—Qué cursi… —murmuro entre dientes.Desde su cama improvisada, es decir, el sofá, Alejandro resopla.—Deja de quejarte y estúdialo bien. No quiero que mi madre te haga una pregunta y quedemos en evidencia.Le saco la lengua sin mirarlo y continúo repasando la información. Intento memorizar lo