Asya se removió en la cama. Un grueso rayo de sol golpeó sus párpados y aunque no podía ver el calor se sentía sobre su piel delicada e hinchada de haber derramado lágrimas él día anterior. Estaba aturdida, cansada, y como no estarlo si el lobo detrás de ella la había estado torturando todo el tiempo hasta que ya no podía ni respirar. Puede sentir, esta vez, el peso del grueso brazo de él que cae sobre su cintura, la calidez de un cuerpo apretado contra su espalda que la hace sentir segura y como sino tuviera que preocuparse por nada en esta vida. Incluso olvidarse de su realidad. La respiración suave de él agotado por toda la actividad que habían tenido se sentía relajante. Incluso aplacaba la picazón incomoda de su marca.Sonrió imaginándose despertar así todos los días. No se sentía tan mal. Por el contrario, estar así al lado de alguien no importaba que no tuviera ningún título era gratificante. Ella era reina, vivía como tal, tenía un pabellón hermoso, lleno de lujos. Sus ropas e
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