Camila Estaba parada frente al escritorio de Ramiro, esperando sus indicaciones. La verdad es que quería irme de ahí desde antes de haber entrado.—Entonces, Camila, como la más competente del equipo —dijo, inclinándose hacia adelante con esa sonrisa que me revolvía el estómago—, he decidido que tú te encargues de la organización de la fiesta de Navidad de la empresa.Ahí estaba. La “propuesta” disfrazada de orden. Quise suspirar con frustración, pero solo asentí.—Por supuesto, señor—, respondí con la voz más neutral que pude. Aunque, sinceramente, tenía muchas ganas de tirarle la planta de su escritorio a la cara.—Perfecto, sabía que no me decepcionarías, —continuó, acomodándose en su silla como si hubiera logrado un trato millonario—. Además, estoy seguro de que alguien con tu talento sabrá cómo hacer que todo salga perfecto.Cada palabra venía con una dosis de coquetería que me hacía sentir asqueada. Intenté concentrarme en el cuaderno que tenía en mis manos, anotando los det
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