Felipe Estaba revisando los papeles que Joaquín me había marcado cuando vi, desde el rabillo del ojo, una figura que se acercaba por el pasillo. Reconocí al instante el porte elegante y decidido: doña Angélica.—No, no, no, —murmuré para mí mismo, dejando caer los documentos sobre el escritorio.Doña Angélica no era precisamente alguien con quien quería lidiar en ese momento. Era encantadora, sí, pero también aterradora cuando quería, y esa combinación no era algo que yo pudiera manejar sin un buen café y algo de preparación mental."No, pos, yo aquí ni loco me quedo..."Miré en todas direcciones rápidamente, y por un segundo pensé en saltar por la ventana, pero luego recordé que estamos a 10 pisos de altura. Así que me dejé caer bajo el escritorio y, como un verdadero ninja, gateé por mi vida. Me deslicé sigilosamente, sin apartar la vista de la entrada.Lo sé, una estupidez, de la que me dí cuenta cuando mi cabeza golpeó la puerta del baño, así que me metí y me encerré.Me quedé a
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