Aria se aferra al tronco de un árbol grueso, el corazón desbocado en su pecho. Su respiración es entrecortada, su piel húmeda por la lluvia y el miedo. El sonido de los gruñidos y los crujidos de huesos rompiéndose le retumban en los oídos como un eco espantoso. Frente a ella, la pelea entre Kael y dos lobos renegados es brutal. Los cuerpos se estrellan contra el barro, las fauces se abren mostrando colmillos afilados, y los chillidos de rabia llenan el bosque como una sinfonía salvaje.Ha visto peleas antes. La primera vez que huyó, había lobos peleando frente a ella. Pero esto es distinto. Ahora Kael está allí, en medio del caos, y cada zarpazo que recibe lo siente como una punzada en su propio pecho. Ella no puede hacer nada. Todavía no tiene garras, no tiene colmillos, no tiene la fuerza suficiente. Solo es una humana sin lobo que tiembla, impotente, en medio de una guerra de bestias.Un nuevo escalofrío la atraviesa cuando dos lobos de aspecto repugnante emergen entre los árboles

La luna, colgada en lo alto como único testigo, observa la escena con su luz pálida. Dentro de la pequeña cabaña, el mundo parece reducirse al choque de cuerpos y jadeos contenidos. Kael se mueve sobre Aria con una urgencia salvaje, con una furia primitiva que se intensifica con cada embestida. No hay espacio, no hay tiempo. Solo piel, sudor y deseo.Aria apenas puede pensar. Su cuerpo vibra, responde, se entrega. Cada músculo se tensa, cada célula arde, mientras el placer la devora sin tregua. No hay respiro, no hay fin. Es una ola interminable que la sumerge una y otra vez, dejándola apenas a flote antes de volver a arrastrarla. Cree que va a desmayarse. La necesidad en su vientre es un incendio que no cede.Kael la toma con una fuerza brutal, sin piedad, sin pausa. Su espalda brilla con sudor, su respiración es áspera, rota, y sus ojos… sus ojos brillan con un fulgor naranja, un fuego que no pertenece a este mundo. Ya no es solo Kael. Ryder domina su cuerpo humano. Es él quien mueve

Osman toma el brazo de su compañera justo cuando ella está por cruzar la puerta de la clínica.—Susana, ¿qué estás haciendo? —pregunta entre dientes, intentando mantener la calma.—Voy a buscarla yo misma —responde ella, soltándose de su agarre—. Quédate con tu amigo.—Mi amor… —Osman la envuelve en un abrazo. Su tono es bajo, cargado de preocupación—. Sé que esto es injusto. Sé que estás dolida porque aprecias a Aria, pero no podemos cambiar la decisión del alfa. Kael también está sufriendo.Susana deja escapar una risita amarga. Su pecho sube y baja rápidamente por la rabia.—¿Imaginas cómo debe estar ella? ¿Crees que el dolor que siente es menor al de Kael? ¿Podrá soportarlo? ¡Él es un lobo! Ella… es solo una humana. ¡Su cuerpo no fue hecho para esto! Tú mismo viste cómo estaba cuando Kael estuvo con Erika.Osman la acaricia con delicadeza, la mira a los ojos.—Regresa adentro, necesitas reposar. Iré a traerla. La encontraré y me aseguraré de que reciba atención médica. Te lo promet

Elvira no deja de temblar. Sus manos están frías, su mirada aterrada y su voz apenas contenida revelan el pánico que se apodera de su cuerpo.—Kael… ¿qué significa esto? ¿Dónde está Aria?El alfa padre intenta sostenerla del brazo, pero ella se zafa con brusquedad. Sus ojos, usualmente serenos, ahora brillan con rabia contenida y desesperación.—¡Habla de una vez! —grita, dando un paso hacia Kael—. ¿Qué hacía mi hermana en el bosque contigo anoche? ¿Qué sabe Nala que nosotros no sabemos?Esteban se adelanta y la toma por los hombros, acercándola a su pecho en un intento de calmarla. Ella solloza, pero no baja la guardia.—Kael, por favor, necesitamos entender —dice Esteban con la voz grave—. Si Aria está en el bosque, tenemos que recuperarla. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Desde cuándo sabe la verdad sobre lo que somos?El silencio de Kael duele más que cualquier palabra. Baja la mirada, respira hondo y parece dudar.—Aria es…Pero la puerta se abre de golpe y Néstor irrumpe en la sala.

Nala despierta con un agudo latido en la cabeza. Al intentar moverse, una punzada le recorre el cráneo y le arranca un gemido. Se lleva la mano a la nariz, la toca y nota el calor húmedo y pegajoso de la sangre. Mira sus dedos, empapados de rojo. ¿Qué demonios es este sitio? ¿Por qué esa mujer se atrevió a golpearla de esta manera?Sus ojos exploran el lugar. Está tendida sobre un suelo de concreto frío, rodeada de sombras. Un galpón. Huele a humedad, a madera vieja y a óxido. Parpadea varias veces para enfocar bien. Apenas hay luz, apenas un resplandor que se cuela por una rendija en la parte alta de la pared.Intenta incorporarse, pero el mundo gira con violencia. La cabeza le martilla como si algo dentro de ella quisiera abrirse paso. No puede levantarse. Al menos no todavía.Entonces, escucha pasos. Voces. Se acercan. La puerta principal se abre. Su instinto la obliga a moverse aunque sea a rastras. Con esfuerzo, rueda hacia un lado, buscando cobertura detrás de unos barriles vací