Capítulo noventa y tres. Ruido de fondo — — — — Narra Brad Lancaster — — — — La calma es extraña. Se presenta sin previo aviso y, por eso mismo, cuesta creer en ella. Amy duerme a mi lado, envuelta en el edredón hasta la barbilla. Su respiración suave, regular, acompasa la oscuridad de la habitación, pero no me permite dormir. Estoy despierto desde hace horas. No por trabajo, no por insomnio… simplemente, algo no me deja descansar. No hay amenazas, no hay notas ni mensajes. Pero eso es justo lo que me inquieta. El silencio también es una forma de guerra. Me levanto despacio, procurando no despertarla. Paso junto a la cuna portátil que ya instalamos en la esquina del cuarto. No está vacía del todo: dentro hay tres peluches, uno por cada bebé que viene en camino. Dos ositos y un conejo. Amy los acomodó como quien construye un refugio. En la cocina, la cafetera burbujea. El olor a café recién hecho me ancla al presente. Apoyo los codos en la encimera y cierro los ojos. Repaso la re
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