El sol ya comenzaba a caer, tiñendo de naranja el horizonte, cuando Isaac y Gabriel se despidieron de Samuel, Eliana y José Manuel. Había sido un día lleno de emociones inesperadas, pero por fin, después de un rato de juegos en el jardín, Gabriel se sentó junto a su padre, listo para regresar a casa.—Nos tenemos que ir, hijo —dijo Isaac con una sonrisa, levantándose del banco donde habían estado sentados.Gabriel, que había disfrutado mucho del tiempo con Samuel, no pudo evitar mostrar una pequeña mueca de tristeza.—¿Ya? Quiero quedarme más —dijo, mirando a Samuel, que lo observaba desde el otro lado del jardín.—Lo sé, pero es tarde —respondió Isaac con suavidad, tocándole el hombro—. Ya habrá más días para jugar, ¿verdad? Prometido.Con una sonrisa, Samuel asintió, corriendo hacia él para darle un abrazo de despedida.—Nos vemos pronto —dijo Samuel, mientras se abrazaban.Gabriel también le devolvió el abrazo con calidez, prometiendo que en otra ocasión jugarían más. Eliana, obser
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