Nadia.-Pensé que lo peor que me podía pasar esta semana era haber peleado con Lina y verla partir de la mansión. Pero, no lo peor estaba ante mis ojos, la mujer que me había dado la vida, por la que había derramado tantas lágrimas, estaba allí caminando tranquilamente por las calles de Constanza, estuvo tan cerca, todos estos años. — ¿Por qué no me lo dijiste antes? –le pregunté a Emil, sin apartar mis ojos de ella.— Queríamos estar seguros, de que fuera ella. — Es evidente que Desmond no habló con ella. — No, no era conveniente la hubiésemos alertado, tiene que dar explicaciones, pero, es a ti quien debe dárselas, no a Desmond ni a mí. — No hay explicación válida para justificar el abandono de tus tres hijos, nunca he pensado en ser madre, pero jamás abandonaría a mi hijo por nada.— Si no estás lista, podemos irnos, ya sabemos dónde encontrarla. Mis ojos la siguen hasta que entra en una pequeña casa, sencilla, con una calidez hogareña que se puede sentir solo con verla. — N
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