439. CONTINUACIÓN
Sonrío al verla tan emocionada. Es como si por un segundo todas las dudas, las sombras que me rondan, desaparecieran. Pero no duran mucho. Esa mujer, la de la llamada, sabía demasiado. Y aunque en este momento estoy perdido en la mirada verde de Cristal, no puedo sacudirme la sensación de que algo más grande nos acecha.—Nunca olvidé ese día porque, en mi familia, pocas veces alguien me agradeció por algo sin pedírmelo primero —confieso, apoyando mi frente contra la suya. El momento es íntimo, casi perfecto, y, sin embargo, la incomodidad no me suelta. —Guido trajo ayer un álbum de fotos, de cuando éramos niños, y tú estás en él.Cristal acaricia mi brazo, ubicando con precisión el lugar donde me hice la herida aquella vez. Sus dedos trazan el trayecto de la cicatriz con dulzura. Mi cuerpo debería relajarse bajo su toque, pero en lugar de
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