El silencio se quebró apenas con el roce de sus respiraciones. Bruno la tenía entre sus brazos sobre el sofá, pero no se movía, solo la miraba y ese simple acto, esa mirada suya, era tan penetrante que Melissa sintió que no tenía piel suficiente para contener lo que despertaba en su interior.—Espero que eso quede claro para ti… —murmuró como si fuera una promesa.Ella alzó la mano, temblorosa, y le acarició la mandíbula marcada, bajando por su cuello, donde la piel era tibia, viva y palpitante. Bruno la dejó hacer, hasta que su autocontrol se rompió con una exhalación contenida.La besó, y no fue un beso tímido, fue un beso que hablaba deseo acumulado, de necesidad y de pertenencia. Su lengua buscó la de ella con hambre, con determinación, mientras Melissa gimió suavemente, entretanto, sus dedos se aferraron a su camisa mientras él se hundía más en su boca.Sus cuerpos se pegaron como si el aire no tuviera cabida entre ellos. Bruno se incorporó levemente, cargándola con facilidad, y
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