DAMIÁN ASHFORD—¿Qué carajos es eso? —pregunté de brazos cruzados, viendo como hombres y mujeres enmascarados bajaban de autos negros con vidrios polarizados. Todos usaban una máscara negra que parecía pesada y lucía una sonrisa de oreja a ojera, llena de dientes blancos y colmillos alargados, mientras que una sola, una mujer de cabello castaño y gabardina caqui presumía la misma máscara, pero en amarillo, como la típica carita feliz, pero con una sonrisa que parecía grotesca y amenazante. Todos trajeados, todos armados y en el centro un hombre alto con el cabello negro, algunas canas empezaban a pintar sus costados y sus ojos tenían un color dorado intenso, casi antinatural, como oro líquido. —Nikolai, el demonio ruso, Belinski —dijo Lucien a mi lado, observando con la misma atención—, y su equipo de asalto. Los más temidos de toda Rusia e Italia. La mujer de la máscara amarilla es su mujer, Samantha Belinski, líder de la ‘Ndrangheta. —La ‘Ndrangheta y La Bratva juntas —sonaba com
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