Demasiados recuerdos.Incluso aquel piano lo había tocado él.Damián levantó la tapa y se sentó, tocando una melodía familiar con una sola mano. Los recuerdos resonaban por todo el restaurante, persistentes, mientras un brillo de lágrimas emocionadas aparecía en las comisuras de sus ojos.Aitana era un lamento, sangre en su corazón, la persona que nunca olvidaría haber perdido.Muriel, sentada a la mesa, observaba al hombre que le hacía latir el corazón, mientras su mirada se oscurecía gradualmente.Realmente le gustaba Damián.Había creído que con esfuerzo, complaciéndolo, él llegaría a quererla al menos un poco. Pero el hombre frente a ella solo mostraba añoranza por su ex esposa, una nostalgia que no podía —ni quería— ocultar.Muriel ya no deseaba conformarse. Estaba harta.Tomó una servilleta, limpió su corrido delineador de ojos y, con la voz quebrada, le dijo a aquel elegante hombre:—Damián, ya no quiero casarme contigo.—Aunque vengo de una familia modesta, no tengo por qué hum
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