REINA DEL MAR. CAPÍTULO 71. Una declaración impactanteEl viento nocturno golpea la ventana del camarote de Ren en el Halcón, que ya está siendo reparado. Si todo sale bien, pronto podremos poner rumbo al puerto seguro de Hanalei, en Hawái. Mi corazón está latiendo rápido por lo que vendrá, y mi mente está completamente fija en lo que necesito hacer: cazar, rastrear y, si es necesario, eliminar. Aunque para ser honesta, dudo que no sea necesario.Los dos hemos estado evitando esta conversación en los últimos dos días, y tal como pasa siempre con él y yo, creo que solo nos decimos las cosas cuando no queda más remedio.—El padre de Kaori viene por mí —digo en voz alta y lo veo hacer ese gesto incómodo de cuando quiere controlar los elementos y se frustra porque se da cuenta de que solo es un mortal.—En esta vida, por desgracia, hay que decir las cosas como son, y Kaori estaba a cargo del abuelo cuando todo pasó —sentencia con voz grave—. Así que se le explicó a su familia lo que había

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 73. Con el viento a favorVeo la inquietud en sus ojos y sé que es solo porque estabilizarloa acostumbrado a controlarlo absolutamente todo, y le cuesta que sea yo quien pilote nuestras vidas.—Confía en mí, ¿sí? —le digo mientras le pongo una mano en el pecho para detenerlo justo antes de que empiece a hacer preguntas.Él me mira con los ojos entrecerrados, dudando, pero yo le sonrío como si tuviera un as bajo la manga… porque lo tengo.—Cierra los ojos —le digo.—¿Qué vas a hacer, hayabusa?—Solo cierra los ojos. Si no confías en mí, puedes bajar ahora mismo y volver con tus hombres al Halcón Peregrino. Pero espero que seas un himbre valiente y te quedes —lo reto.Resopla, pero sé que mis palabras dan resultado. Se sienta con una mezcla de resignación y curiosidad, con los brazos cruzados y las piernas extendidas, y suspira como si no supiera en qué lío se acaba de meter.Perfecto.Salgo en silencio y me muevo rápido entre sogas y pasarelas, como si este barc

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 75. Una bandera blancaRENEl mar tiene un ritmo distinto en un velero. Nada que ver con el rugido constante de un motor o la vibración eléctrica de los equipos. Es como estar dentro del pecho del mundo, escuchando su respiración. Y Ruby… Ruby lo entiende como nadie.Llevamos días navegando juntos. Ella al timón, yo intentando no meter la pata con las velas. Dice que tengo madera de marinero, pero yo sé que miente. No dejo de enredarme con las sogas. A veces lo hace a propósito, me corrige con las manos, me empuja de broma, se ríe. Y cuando se ríe, se me olvida que estamos en medio de un plan que acabará inevitablemente en la muerte de alguien.—¿Ves esa nube allá? —me dice mientras señala al horizonte—. Si la ignoras, nos moja en quince minutos.—¿Y si la ignoro con fe?—Nos empapa igual, pero con una bendición —responde, burlona.Amo su forma de ver el mundo. No lo digo porque ella ya lo sabe, así que me lo guardo entre los dientes como un anzuelo.No hay muc

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 77. Un ataqueEl viento es perfecto. Las velas de los barcos se inflan como si el mar mismo nos hubiera dado su bendición y el sonido de las olas golpeando el casco se convierte en la música que acompaña mi concentración.Sé gobernar velero desde hace mucho, igual que mis hombres. Un marinero debe saber pilotar cualquier cosa, hasta una balsa hecha de ramas. Pero no puedo negar que es la primea vez que abordaré otro barco desde un velero. Y sé que no va a ser fácil porque este no tiene motor que puedas detener, dependemos de la maniobra de las velas al pasar junto a él y todo se tiene que desarrollar sobre la marcha.Así que mientras todos se preparan y empezamos a acercarnos, me doy cuenta de que no hay nada que me guste más que un viento fuerte en el momento justo, y lo tenemos. Los barcos cortan el agua con una velocidad vertiginosa, acercándose al Halcón Peregrino y al barco de Sato.—Eso es, cabrón, acércate… —murmuro mientras los binoculares me lo muestra

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 79. Unas normas ancestrales... y unas personales.Sato me escupe a los pies y no me inmuto porque sé que este será su último acto de rebeldía. Ya no puede hacerme daño.Ren regresa. Tiene el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, y es una de esas expresiones que conozco bien. Lo que viene no será simple, pero si cree que esta es la mejor manera de acabar con esto, entonces tengo que darle el beneficio de la duda.—El abuelo accedió —me dice—. Nos esperará en Japón.—¿Personalmente? —pregunto levantando una ceja porque sé que hace más de una década que el abuelo Kaizen no pisa suelo japones.—Sí, personalmente. Las familias van a reunirse para encargarse de Akame —sentencia mirando a Sato duramente, pero la única mirada que le devuelve este es de puro rencor.No necesito más explicaciones. Si Akihiko y el abuelo se van a reunir entonces nosotros tenemos que llevar a este idiota sano y salvo hasta ellos.—Enciérrenlo en un camarote —ordeno con severidad—. Que es