El sonido de pinceles deslizándose sobre lienzos y herramientas resonando en un taller llenaba las calles del pequeño pueblo costero. Bianca y Luca habían decidido que era hora de construir algo que no solo reflejara sus talentos, sino también el compromiso que tenían con su nueva vida. Bianca, con su amor por el arte, había abierto una pequeña galería en el centro del pueblo, mientras Luca, con su habilidad para reparar y construir, había transformado un viejo garaje en un taller mecánico. Desde el principio, ambos sabían que no sería fácil. El pueblo, aunque acogedor, tenía su ritmo lento, y convencer a los habitantes de que apostaran por ellos requería paciencia. Bianca pasó semanas transformando un antiguo almacén en su galería de arte. Las paredes, antes grises y descuidadas, ahora brillaba
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