El nuevo departamento tenía ese olor a limpio, a paredes recién pintadas y madera virgen que aún no había aprendido a resonar con nuestras pisadas. Cada rincón estaba ordenado, luminoso, minimalista… pero esperaba algo más. Algo de nosotros. Nuestra energía, nuestros silencios, nuestras carcajadas que aún no se habían posado sobre los muebles.Aún no era un hogar. Pero lo sería.Caminé descalza por el piso brillante del salón principal mientras Santiago desempacaba en la cocina, como si ya supiera dónde iba cada cosa. Su ritmo era metódico, eficiente, pero no apurado. Esta vez, no estábamos corriendo. Esta vez, no había amenazas, enemigos ocultos, pasados perseguiéndonos.Estábamos aquí porque lo elegimos.La luz del atardecer caía dorada sobre la mesa del comedor. Las cajas con mis cosas de diseño seguían apiladas en la esquina, esperando ser acomodadas. El proyecto internacional seguía en marcha, y yo trabajaría desde casa durante el primer mes antes de viajar a la sede central. Sant
Leer más