Se notaba el espíritu navideño, las calles de Alicante llenas de transeúntes con bolsas y risas que resonaban entre los puestos de adornos.Ariadna caminaba junto a Camila, su madre, el aire fresco de diciembre rozándole las mejillas mientras empujaba un carrito vacío que pronto llenarían de compras. Era una mañana tranquila sin los niños, que estaban con Maximiliano en Valtris, y habían decidido aprovechar el día para preparar la Navidad. Camila, con un abrigo gris y una bufanda roja, señaló una tienda al otro lado de la calle, los ojos brillándole con entusiasmo.—Vamos ahí, Ari —dijo, su voz cálida mientras ajustaba la bufanda—. Tienen vestidos preciosos, y te mereces algo especial para la cena.Ariadna sonrió, asintiendo mientras cruzaban la calle, el bullicio de la ciudad envolviéndolas como un abrazo. Entraron a la tienda, un espacio acogedor con paredes blancas y perchas llenas de ropa festiva. Mientras Camila revisaba bufandas, Ariadna se acercó a un perchero al fondo, sus ded
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