Dana sonrió, llena de confianza:—Abuela, esto es solo el comienzo, llegaré mucho más lejos.Marcela no podía contener su sonrisa. Siempre supo que su nieta era extraordinaria y que traería gloria a los Méndez.Sus padres estaban felices, cuanto más destacara su hija, podría aspirar a un mejor matrimonio.En ese momento, Marcela vio a Valentina y su expresión cambió:—¿Quién te dio permiso para estar aquí?Había estado presente desde hace mucho rato, pero la familia, absorta en su alegría, no la había notado.Dana la miró:—Abuela, yo la invité. Quería ver algo del mundo académico. Déjala quedarse.Marcela detestaba a Valentina. Dana y Luciana daban prestigio a los Méndez, solo ella los avergonzaba.En su corazón, nunca la había considerado como su nieta.Ya que Dana intercedía por ella, dijo con tono áspero:—Está bien, pero compórtate. No toques nada. Si llegas a ensuciar o romper cualquier cosa, enfrentarás las consecuencias.Siendo también su abuela biológica, sus palabras calaron
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