Cuánta gente hablaría de ella a sus espaldas.
Dana, con su orgullo y arrogancia, era lo que menos podía soportar.
—¡Abuela, papá, mamá, no sé cómo pudo pasar esto! —Exclamó, angustiada.
Sus padres preguntaron, alarmados:
—¿No habrás ofendido al doc. Milagros?
Marcela se golpeó el muslo:
—¡Qué desastre! El doc. Milagros es un genio de la medicina, una personalidad que no podemos permitirnos ofender. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Valentina observaba desde una esquina, con mirada fría, cómo toda la familia entraba en pánico por las acciones del doc. Milagros.
Los ojos de Dana se enrojecieron, también estaba asustada.
De repente, Renata preguntó:
—Dana, ¿sabes si el doc. Milagros es hombre o mujer?
—¿Qué quieres decir? —Inquirió Fabio.
—Si es hombre, seguramente Dana podrá enamorarlo, como es tan hermosa y talentosa.
La expresión de Marcela cambió:
—¡Exacto! Si se convierte en la esposa del doc. Milagros, ¡los Méndez seremos bendecidos por nuestros ancestros! Con él como mi primer yerno y el s