Andrés se preguntaba si existía alguna ley universal que dictara que, al preocuparse por algo, inevitablemente sucedería; o que, al querer evitar a alguien, esa persona aparecería justo en ese momento. En ese instante, Andrés observaba impasible a la mujer que se encontraba a unos metros. Llevaba un atuendo sencillo: una blusa celeste, una falda negra, el cabello recogido en una coleta baja, y un maquillaje mucho más ligero que la noche anterior. Sin embargo, su sonrisa era amplia, mientras conversaba animadamente con un hombre.—Señor Campos?Su acompañante, esperando instrucciones, notó que Andrés se había detenido y su voz tembló ligeramente. Andrés intentó avanzar, pero sus pies se sentían pesados, incapaces de moverse.—¡Ese es el señor Romero!El acompañante, siguiendo su mirada, finalmente reconoció a la persona que estaba con Sonia. El hombre, al oír la voz, se levantó inmediatamente:—¡Señor Campos!Sonia vio a Andrés antes que él a ella. Frunció el ceño, visiblemente sorprendi
Leer más