Esa tarde, Aneira me trajo el antídoto. El vial se sentía pesado en mi mano, como si supiera que llevaba consigo una carga de secretos y esperanzas.—Tómalo mañana, una hora antes del atardecer — susurró, sus manos temblaban ligeramente —. Te protegerá del veneno, pero te sentirás débil y mareada por un tiempo. Úsalo, tu debilidad será tu mejor arma. — sentenció.***El recuerdo de las instrucciones de Aneira se sintió muy vivo, por lo que, inconscientemente, asentí y me tragué el líquido espeso y oscuro. Sentí que un frío extraño se extendió por mis venas y que una calma antinatural silenció el aleteo de pánico en mi estómago. Me sentía hueca, como una actriz en la quietud de su camerino, esperando la llamada para salir a escena. Puse mi vida y la de mis cachorros en las manos de mi madre adoptiva, en la lealtad de mi hermano de armas, y en mi propia capacidad para interpretar el papel más importante de mi vida. La última pieza, el cebo, estaba lista.El sol poniente teñía el cielo de
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