Mientras más forcejeaba, mi corazón latía con más fuerza:—¡Déjame bajar, yo puedo caminar sola!—Con lo lenta que eres, si te dejo, no dormiremos en toda la noche —respondió Mateo sin apartar la vista de mí.Lo observé. Con su apariencia elegante y refinada, nadie diría que podía ser tan... insaciable.Por dentro, lo estaba insultando con las palabras más vulgares que se me venían a la mente.De pronto, Mateo bajó la vista y, con una sonrisa sarcástica, preguntó:—Te veo tan disgustada. ¿Estar conmigo se te hace tan horrible?Miré hacia otro lado, sin saber qué decir.Él se rio, y su voz se puso más dura:—Da igual. Tú misma lo provocaste, así que, aunque no quieras, ¡no te dejaré ir!Sus palabras estaban llenas de rencor.Me asustó el odio en su voz, como si quisiera atarme a él para siempre.La verdad es que nuestra primera vez fue un accidente, y él mismo dijo que no había pasado nada.Si desde el principio no me hubiera preocupado tanto por el qué dirán y me hubiera alejado, ahora
Leer más