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Todos los capítulos de Sed de Venganza: Capítulo 101 - Capítulo 110
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101. Oscuridad heredada
La mano helada de Isabella se posó sobre la suya. Notó su rostro angustiado, pero no respondió al gesto. No podía. Tampoco se apartó, pero si se aferraba a ella, si permitía que el calor de su piel lo anclara en ese momento, la máscara se resquebrajaría y no sabría cómo afrontar que el mundo que creía conocer se desmoronara pieza por pieza.Nathan mantuvo la mirada fija en la firma de su padre en uno de los documentos. Las pruebas eran irrefutables: el sanguinario e implacable Walter, moldeado a su antojo por James, era su hermano.El aire en el reservado se espesaba con cada segundo. Sentía la presencia de Isabella junto a él, su cuerpo atrapado en una quietud forzada.No lo presionaría, pero su sola presencia bastaba para recordarle que ella también asimilaba la verdad. La observó por el rabillo del ojo y su perfil sereno ocultaba la tormenta que él sabía se agitaba bajo la superficie.Alzó la mirada hacia el hombre que les había arrojado esa verdad a los pies. Los observaba con la
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102. Sombras en el altar (Parte 1)
Isabella acomodó su cabello y observó su reflejo. La mujer en el espejo tenía la mirada afilada y la postura de quien había aprendido a dominar su destino. Ya no era la sombra que alguna vez fue.Nathan entró en la habitación con la piel perlada de sudor tras entrenar. Cada movimiento tensaba sus músculos, atrayendo su mirada como un imánÉl se acercó por detrás y la abrazó, buscando el contacto físico que había reemplazado las palabras en los últimos días.Disfrutó de su cercanía y el calor de su cuerpo más que nunca. Sin embargo, esta mañana parecía que Nathan deseaba algo más. Susurró en su oído con voz ronca:—Verte así me provoca corromperte.Ella contuvo una risita, pero respondió con un tono desafiante:—Atrévete a decir ese tipo de cosas en el bazar.Nathan sonrió y acercó sus labios al cuello de Isabella.—Buscaré el momento para llevarte hasta la sacristía para que alabe mi nombre.Isabella lo empujó hacia el baño con una sonrisa.—Deja de blasfemar y apresúrate.En ese mome
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103. Sombras en el altar (Parte 2)
Isabella se unió al grupo de mujeres que organizaban la mesa de donaciones, manteniendo una sonrisa cortés mientras sus ojos escaneaban la multitud en busca de Nathan. Un estremecimiento la atravesó al percibir una mirada intensa. Al voltear, encontró a Walter, recostado contra una columna con los ojos clavados en ella con una intensidad inquietante. Se concentró en el peso del bolso donde llevaba la caja con la gargantilla de diamantes, prefiriendo enfocarse en la batalla que tenía por delante en lugar de pensar en él.—¡El gobernador confirmó su asistencia! —chilló Mona, emocionada—. Y prometió una donación considerable.Isabella asintió distraída, notando cómo Amelia se acercaba desde el otro lado del salón con esa expresión maliciosa que conocía tan bien de sus días en el internado. El aroma dulzón de los pasteles recién horneados flotaba en el aire mientras Amelia, con un movimiento casual, presionó su mano contra la herida de su cadera.Isabella contuvo un jadeo de dolor y se
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104. Lazos de poder
Nathan apoyó la mano en la espalda baja de Isabella al cruzar el umbral, buscando en su calor una estabilidad ilusoria. Mantuvo la calma, pero su mente ya calculaba cada posible consecuencia del atentado y los movimientos que debía ejecutar a continuación.Walter salió a su encuentro con esa expresión que dejaba claro que tenía respuestas, pero ninguna agradable.—La camarera habló —Walter se pasó la mano por el mentón, un gesto que delataba su propia contención—. Amelia le pagó para darle ese bocadillo a Isabella.La confirmación le heló la sangre y avivó su instinto vengativo.Isabella se tensó bajo su toque y, sin mediar palabra, giró hacia el despacho de James. Nathan la siguió, consciente del peligro que representaba enfrentar a su padre sin una estrategia.James levantó la vista de sus documentos, impasible ante la irrupción.—Probablemente fue un error de esa chica —James agitó su mano, desestimando la situación con indiferencia.Cualquiera habría mostrado miedo o duda ante Jam
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105. Acorralada
Isabella observó la escena con una mezcla de fascinación y desconcierto. Walter sostenía al bebé contra su pecho con una delicadeza que parecía imposible para sus manos, acostumbradas a la violencia.Se acercó como si fuera atraída por un imán y Walter giró al bebé hacia ella. Sus ojos, fríos y calculadores, brillaron con algo que Isabella nunca había visto en él: orgullo, ternura, vulnerabilidad.—Se parece a ti —murmuró sin poder evitarlo. Walter le sonrió… con dulzura y el impacto de ese gesto la jaló hacia Nathan que los miraba con la mandíbula apretada. Sus miradas seguían conectadas cuando la voz de Walter sonó demasiado cerca, áspera y tajante al decir: —Prepara sus cosas. Me lo llevo a mi apartamento.El rostro de June perdió todo color. Retrocedió un paso, y se abrazó a sí misma como si quisiera protegerse de un golpe invisible.—No puedes llevártelo así... —Su voz tembló, a medio camino entre la súplica y el desafío.Isabella dudó. Sabía que no tenía derecho a decidir por
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106. Líneas cruzadas
—Dijo que revelaría mi identidad si no me iba esta noche... y luego todo se salió de control —explicó Isabella a sus espaldas, tras soltarle los hombros y ver qué demonios pasó. Posó una rodilla y tocó el cuello de Sophia, buscando un pulso que sabía que no encontraría. Sus dedos presionaron la piel tibia e inmóvil, y algo dentro de él se contrajo al mirar el rostro de la mujer con quien había compartido tanto.Recordó el día en que la conoció en el campo de tiro. Ella había acertado cada disparo con precisión milimétrica, y al terminar se giró hacia él con esa sonrisa desdeñosa que lo cautivó de inmediato. «¿Impresionado?», le había preguntado entonces. Y lo estuvo por mucho tiempo.—¿Nathan? —La voz de Isabella lo devolvió al presente.—Necesitamos movernos —respondió, sacando su teléfono—. Gloria, soy yo. Cierra el acceso a la escalera de servicio y envía a Marcos con la camioneta. Sí, ahora.Mientras guardaba el teléfono, sus ojos se posaron en la navaja que había quedado junto a
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107. Hermanos de sangre
Morrison tardó exactamente tres horas, no cinco, en cumplir su palabra. Nathan exhaló despacio al leer el mensaje, sintiendo el peso de la victoria en su pecho. Estaba hecho: inmunidad para su círculo cercano y una posibilidad real de recuperar a Emma para Isabella, pero el regusto amargo seguía ahí.Guardó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta. Para cualquiera, habría sido imposible, pero Morrison sabía reconocer una oportunidad de oro. Después de pasar por la oficina, decidió volver a la mansión y trabajar desde ahí, tras un fin de semana lleno de muerte.Al estacionar en la entrada de la mansión, Nathan tomó su maletín con los documentos de la oficina y, tras dudar un segundo, extrajo una carpeta adicional del compartimento lateral. Los papeles en su interior estaban desgastados por las veces que los había leído, cada línea confirmando lo que Walter había sufrido desde su nacimiento.—¿Dónde está mi padre? —le preguntó a Jeremy mientras entregaba su abrigo.—El señor Kingston
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108. Hora de reinar
Acababa de soltar la mano de Nathan cuando Isabella notó de inmediato la preocupación en los ojos de Rita. La criada avanzaba con pasos rápidos pero discretos, arrugando el dobladillo de su delantal, un gesto que rara vez mostraba. Algo iba mal.—Señorita… —susurró Rita, lanzando una mirada furtiva hacia la puerta por donde acababa de salir el General Reed—. Hay algo que debe saber sobre la chica que trajo Walter... La encontré... mal, pero ahora el bebé no está.Isabella sintió un vacío en el estómago. Su pulso se aceleró y giró hacia Nathan, que endureció la expresión.—¿Cómo que no está? —su voz fue controlada, pero inquieta—. ¿Dónde la instalaron?—En la habitación de invitados azul, señor. Revisé todo, y no hay rastro del pequeño. Ya le avisé a Jeremy, pero...Sin esperar más, Isabella se dirigió a las escaleras, con un nudo en la garganta. Nathan aceleró el paso para alcanzarla mientras Rita los seguía.—Jeremy dice que vio su auto salir. Pero discutió con la señorita antes. Los
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109. Declaración de poder
Isabella cruzó las puertas del Aurora del brazo de Nathan, donde luces de neón azul y rojo bañaban a la multitud que bailaba al ritmo de música electrónica ensordecedora. El contraste entre los trajes de etiqueta de los invitados y el ambiente juvenil del club resultaba casi cómico.James avanzó delante de ellos con su habitual aire de superioridad, pero Isabella contuvo una risita al ver cómo fruncía el ceño ante la elección del lugar de su hija. Aun así, adoptó su postura aristocrática, como si con su sola presencia elevara la categoría del establecimiento.Un miembro del equipo de seguridad los guió hasta el área VIP, donde Amelia ya esperaba con una copa de champán, su vestido negro destacando en un mar de invitados vestidos según el código de blanco y negro que ella misma había establecido.—Bienvenidos —gritó Amelia con una sonrisa traviesa—. Pensé que algo más... contemporáneo sería apropiado para celebrar a mi querido hermano.Le dio dos besos a cada uno, pero Isabella supo de
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110. Solo nosotros
Emma avanzaba con una sonrisa radiante, cada paso medido con precisión. El vestido blanco inmaculado flotaba a su alrededor y, bajo las luces del club, las pequeñas alas de ángel en su espalda resplandecían, dándole un aire casi irreal.King iba a su lado, con una pajarita negra al cuello. Ninguno aceleró el paso, como si hubieran ensayado y entendieran la solemnidad del momento.Emma estaba allí, formando parte del momento que marcaría sus vidas. Isabella sintió un nudo en la garganta, su corazón latiendo con fuerza. Entonces, la niña levantó la mirada y le sonrió, iluminando su rostro. Un diente faltante rompía la perfección de su sonrisa, y aun así era lo más hermoso que Isabella había visto.—¡Bella! —exclamó Emma. En el último tramo aceleró sus pasos sin soltar la cajita de terciopelo con ambas manos.Cuando Emma llegó, Isabella se arrodilló, ignorando los flashes y murmullos.—Princesa... —susurró, acariciando su mejilla—. Extrañaba tanto verte.—Nathan dijo que era un secreto
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