—Está bien, si tú puedes hacerlo, no me meto. Tengo que dar vueltas en las habitaciones, así que mejor me voy con Marina a trabajar —dijo Ricardo, empujando el carrito con una mano y tomando a Marina de la otra.Marina, molesta, soltó su mano.—Si tienes que trabajar, ve y trabaja, ¿por qué me traes? ¡Yo tengo que quedarme con mi hermana!La voz de Marina se fue alejando mientras Ricardo la sacaba de la habitación.—Ricardo, ¿les estás dando otra oportunidad a esos dos? —se dio cuenta Marina cuando ya estaban en el pasillo.Ricardo, al notar que la había descubierto, respondió:—No, Perla no se ha recuperado del todo, y hablas todo el tiempo, eso la interrumpe. Tener a alguien aquí está bien.—Eso no significa que tenga que ser César. Si no puedo cuidar a mi hermana, puedo contratar a un enfermero.—Eso sería un desperdicio de dinero. Y no olvides que César le hizo daño a Perla. Deja que trabaje como enfermero, que es su manera de redimir sus errores. No podemos dejarlo ir tan fácil de
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