Me desperté antes de que sonara la alarma. No porque hubiera dormido bien, sino porque mi mente ya estaba despierta desde hacía horas, repasando cada decisión, cada emoción no resuelta, cada silencio que había permitido crecer entre palabras que no supe decir a tiempo.No más.Me duché sin apuro, permitiendo que el agua caliente arrastrara no solo el cansancio, sino también la neblina mental de los días anteriores. Me vestí con una camisa blanca de seda, simple pero firme, y un pantalón negro que me hacía sentir sólida, anclada. Me recogí el cabello en una coleta alta, como si ese gesto, mínimo, bastara para ordenar mis pensamientos. Hoy no sería una hoja al viento.Hoy sería el viento.Al llegar a la oficina, Emma ya estaba en su escritorio, revisando correos desde su tableta. Alzó la vista al verme y sonrió, pero no dijo nada. Me pregunté si notaba la diferencia. Si sentía el cambio sutil en mi energía, como si hubiera cruzado un umbral invisible y ya no tuviera intención de volver
Ler mais