La puerta del hotel se cerró tras de mí con un suave clic, pero el silencio que siguió fue ensordecedor.
Apenas unos segundos después, me dejé caer sobre la cama, sintiendo cómo mi cuerpo finalmente cedía al agotamiento acumulado durante toda la noche. Los tacones que llevaba desde la mañana cayeron al suelo con un ruido sordo, seguidos por el bolso que lancé a un lado sin miramientos. Me quedé inmóvil por un momento, mirando el techo de la habitación, con la mente aún zumbando, incapaz de desconectarse.
La recepción había terminado hacía poco, pero las imágenes seguían frescas. La multitud de personas, las conversaciones interminables, las palabras cargadas de doble sentido… y él. Xander. Por supuesto que su presencia seguía ocupando más espacio del que debía en mi cabeza.
Giré el rostro hacia la ventana, donde las luces de Silicon Valley seguían brillando como un millón de estrellas artificiales. Era irónico: en un lugar lleno de mentes brillantes, donde el futuro parecía estar forj