142. El presentimiento
Al salir, en vez de ir al penthouse, se dirigieron a otro lugar. Ha-na tenía una extraña corazonada que no la dejaba estar tranquila.La noche era fresca y serena, y las luces de la ciudad se extendían como un océano brillante bajo el mirador donde Heinz y Ha-na decidieron pasar parte de su velada. Había sido una decisión impulsiva, un acuerdo tácito entre ambos para escapar, aunque fuera por un momento, de la presión de sus respectivas responsabilidades y la complejidad de lo que compartían.El mirador estaba lleno de turistas y parejas, pero ellos se encontraban en su propio mundo, parados uno junto al otro, observando el horizonte. Heinz, con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo, estaba más callado de lo habitual. Su perfil parecía aún más severo bajo la tenue luz de las farolas, pero sus ojos azules tenían una profundidad diferente esa noche, como si algo lo inquietara. Ha-na se aferraba al borde de su bufanda, los dedos tensos mientras trataban de ignorar las punzadas
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