EvaEl cuerpo me dolía en formas que, honestamente, no sabía que eran posibles. Casi me sentía humana. Pensé que esta etapa de sufrimiento ya la había superado. Mi vida no había sido fácil, y juro por la diosa que me había hecho fuerte: sufrí maltratos, agresiones, humillaciones por parte de los mercenarios desde que me atraparon y me obligaron a vivir con ellos, pero esto era otro nivel.Pero la peor sensación era no poder hacer nada. Incluso eso me molestaba más que no haber sido testigo de cuando mi señor acabó con el viejo Humberto. Yo lo había debilitado, estaba en sus últimas, pero hubiese vendido uno de mis colmillos por el solo placer de ver, aunque fuera una pequeña imagen, de su humillada muerte.Y ahora Alaric estaba aquí, hecho una fiera, con una furia que jamás le había visto, reclamando no solo a su mate y a su familia, sino también a mí. Me veía de reojo y no cedió ante las propuestas, seguramente falsas, de Valerius. Él no iba a dejarme, muy dentro de mí lo sabía, y so
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