Alaric
Casi podía sentirla. El vínculo me decía que ella no estaba lejos. A cada paso que daba, sentía su dolor, su angustia, su desesperación. Mi cielo había pasado demasiado tiempo aquí, en manos del enemigo, y yo nunca iba a perdonármelo.
—Estamos aquí, y eso es lo que importa —dijo Roy de forma benevolente. En ese instante supe que mi lobo había vuelto por ella, volvió solo por ella. Y todo lo que había pasado en mi vida, me había traído hasta aquí. Me había hablado de la daga, me había guiado solo para llegar a este momento. Él lo sabía. Sabía que ella llegaría, y por fin podríamos sentirnos completos. Había derrotado a Humberto, que no era más que una alimaña. Había visto a los Lobos Rebeldes casi desaparecer. Quedaban otros enemigos, pero para llegar a ellos, primero debía derrotar a estos vampiros.
—Así será. Está escrito —respondió Roy. Una energía recorrió mi cuerpo, haciéndome más fuerte, más rápido. Sentí la tierra bajo mis pies, afirmándome que no me dejaría solo. Una vez