Francesco ya se había recuperado por completo. Caminaba con firmeza, su mirada tan letal como sus decisiones. La herida física había sanado, pero lo que ardía dentro de él… eso era otra guerra.Esa noche, el abuelo intentó lo imposible: reunirlos a todos a la mesa, como en los viejos tiempos.Un último intento por recuperar la sombra de la familia que fue.—Esta noche no quiero excusas —había dicho con voz firme—. Todos a cenar.Y lo logró.Alessa, Chiara, Leonardo, Charly, Francesco, Jacomo, Carter y Arthur estaban presentes.Incluso Isabella, aunque su mirada no estaba allí.Ana, la fiel nana, y Franco el mayordomo,supervisaban en silencio desde la distancia, vigilando que todo estuviera en orden, como siempre.Era una cena que parecía sacada de otro tiempo.Los cubiertos sonaban, los platos se llenaban… pero el aire estaba impregnado de tensión contenida.Entonces, el celular de Isabella vibró. La pantalla iluminó su rostro con un nombre que bastaba para encender el fuego: Salvator
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