—¡Mamá! —Taconeando en la madera, madre e hija se encontraron a medio pasillo.Alba se lanzó a su cuello, llorosa y dolida:—¿Mami ya no quiere a Alba?—¿Cómo crees? —Luciana también tenía los ojos húmedos. Besó las mejillas regordetas—. ¡Mamá adora a su Alba! Jamás te dejaría.—¡Cárgame!—Claro…Se agachó para alzarla, pero——¡Un segundo! —intervino Alejandro. Su tono, normalmente suave, sonó tan áspero que ambas se quedaron quietas. Se adelantó, tomó a Alba entre sus brazos… y la niña se asustó.—¡Waaa! ¡Tío es malo!—¡Alejandro! —Luciana lo fulminó—. ¡La asustas, bájala!Él comprendió, arrepentido. Miró a la pequeña:—Perdón, princesa. ¿Estás enojada con tu tío?Alba, con los ojitos rojos, gimoteó:—Tío no quiere a Alba; ¡tío me gritó!—Jamás. —Alejandro se rindió al instante—. Alba es la princesita más bonita del mundo; ¿cómo no voy a quererte?—¿En serio? —la voz infantil temblaba.—En serio. —Le explicó con paciencia—: Tu mami está lastimada; si te carga, le duele el brazo. Alba
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