El abrazo tan esperado embriagó y llenó de avidez a Ximena, quien gimió.Faustino, con una expresión de resignación, pensó: ¿Acaso, por tener buena suerte, ya no podrá ni siquiera usar las escaleras?—Aunque pueda curarte, tienes que tener más cuidado.—Si te lastimas, me dolerá a mí.Faustino besó varias veces el rostro de Ximena, inhalando con deleite el aroma de su cuello.Un perfume sutil y delicado que cautivó por completo a Faustino.—Ay, cosquillas, deja de besarme, ve a ducharte primero...—, dijo Ximena, retorciéndose sin poder controlarse.—Bien, iré a ducharme, ¡Ximena, espérame en la cama!Guiado por Ximena, Faustino, con impaciencia, se quitó la ropa y entró al baño.—Con calma, esta noche nadie nos va a molestar, ¿para qué tanta prisa?—, dijo Ximena, sintiendo una dulce satisfacción y una creciente anticipación.—Ya sé, Ximena!—…Después de una noche apasionada, al amanecer…Ximena, cansada pero feliz, yacía en los brazos de Faustino.Faustino la miraba con intensidad, aún
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