Damiano contempló de cerca el hermoso rostro de la bella humana. Siendo un Alfa tan viajado, inteligente, que conocía muchos mundos además del de los humanos y Licántropos. Una duda se clavó en su cabeza, si Elizabeth era una simple humana, ¿Por qué tenía esa belleza tan extraordinaria? ¿Por qué tenía esas diminutas estrellas plateadas en sus ojos tan azules como el cielo, y a veces tan oscuros como el zafiro? — !Carajo! Para que preguntas algo que no vas a poder asimilar, soy un hombre lobo, ¿Y qué? Eso no me hace un monstruo. El Alfa le checó el pulso a la pediatra, ella estaba bien, solo estaba inconsciente, aprovechó para ponerle un abrigo más grueso, gorro, orejeras, y guantes, los necesitaría para poder bajar del avión. Massimo fue a tocar la puerta de la habitación. — Damiano, ya estamos por aterrizar, necesitamos que vengas para que te abroches el cinturón, la doctora también por supuesto. — !Ya vamos, solo dame un minuto! Para sorpresa de todos, el lobo salió c
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